Texto de: Asunción Saez Mullor
En la dinastía XXI, reinaron en Egipto dos familias paralelas, en el norte los reyes de Tanis, y en el sur los Grandes Sacerdotes de Amón, controlando toda la zona tebana. La rivalidad entre ambos hizo necesaria una alianza, por lo que se creó un poder intermedio y a la vez diplomático entre ambos reinos: la figura de la Divina Adoratriz. Esta idea surgió de los antiguos matrimonios políticos, que se realizaban en tiempos arcaicos entre figuras del norte y del sur de Egipto. En aquel momento el acuerdo no podía incluir el matrimonio, ya que la poseedora del título no podía estar casada, sino que sería la princesa virgen de un rey del norte. Así, la mujer que tomaba este puesto era elegida entre las hijas del rey sucesor.
Estatua de la Divina Adoratriz de Amón, Amenirdis I. Dinastía XXV, Tercer Periodo Intermedio.
El título de Divina Adoratriz fue representado siempre por princesas célibes, que, mediante la adopción, y en ocasiones la corregencia, se iban reemplazando, sustituyendo a la reina en el cargo de Esposa del Dios. Estaban en estrecha relación con las diosas Mut y Tefnut y con la sincretización de ambas, representando a la figura de la “madre” fuerte y poderosa. Por ello a partir de la dinastía XXIII el nombre de estas mujeres se acompañaba del título de “Madre de…”, es decir, de la princesa que le sucedería por adopción.
A partir de la dinastía XXIII, el cargo de Divina Adoratriz de Amón en Tebas adquirió una gran importancia e incorporó atribuciones religiosas como jefa de las Reclusas de Amón, llegando a igualar, e incluso eclipsar, al cargo de Primer Sacerdote del Dios. Pretendiendo actuar del mismo modo que el monarca, ella poseía en sus manos el poder sobre los Dominios de Amón, y en ocasiones no dudaron en emplearlo. Sin embargo, su autoridad era puramente local.
El título de “Divina Adoratriz de Amón” casi siempre estuvo acompañado del de la “Mano del Dios”, donde se integraba a esta figura en el acto de la creación heliopolitana. Ella era la materialización de la Mano de Atum, que mediante la masturbación extendía su semilla creadora, creando todo cuanto existía.
Estas mujeres eran regentes en Tebas, y a la vez grandes sacerdotisas, destacaron por su enorme ambición, visible en la forma de llevar a cabo su toma de poder. La posesión del cargo se celebraba con gran pompa, a modo de una auténtica coronación de los reyes, y a ella asistían personajes destacados, civiles y religiosos, para rendir pleitesía a la nueva ocupante del puesto. Los pasajes de esta entronización eran parecidos a los del monarca e incluían la imposición de los atributos propios de su función. En esta ceremonia, la Divina Adoratriz, arrodillada ante Amón, recibía del dios la corona Jeperesh, mientras este posaba su mano sobre ella.
Estatua de la Divina Adoratriz de Amón, Ankhnesneferibre. Dinastía XXVI (dinastía Saíta), comienzo del Periodo Tardío.
Gozaban de una autoridad similar o incluso mayor a la del faraón en el sur de Egipto. Así se hicieron representar somo su igual, introdujeron sus nombres en un cartucho, se colocaron un ureo real en la frente, y se hicieron transportar en palanquín a imitación del soberano. La Divina Adoratriz Ankhnesneferibre, era hija de Psamético II y de su esposa Takhuit, desempeñando su cargo durante la dinastía XXVI. Aunque sus poderes ya estaban en decadencia, no solo adoptó el título de Primer Profeta de Amón, sino que además tomó el de Horus Hembra, prerrogativa que había comenzado a ser utilizada por sus antecesoras. Su tumba se encuentra en el complejo de Medinet Habu.
Las Divinas Adoratrices de Amón representaron realmente el poder, reemplazando a faraones débiles y como auténticas regentes locales, desempeñaron los ritos mágico-religiosos que demostraban la fuerza, y la dominación de las fuerzas apotropaicas. Estaban facultadas para desempeñar rituales tan importantes como los de fundación de templos y otros monumentos, adoración, inauguración de capillas, consagración de ofrendas y oficio del culto. Llegaron a celebrar, y no solo a participar, en sus Fiestas Sed, una de las ceremonias exclusivas del rey. Como ejemplo de ello son las llevadas a cabo por Amenirdis I, que están representadas en las paredes del templo de Mut, en Karnak. Amenirdis I era hija del faraón Kastha y de su esposa la reina Pebajma de la dinastía XXV, probablemente fue también la hermana de los reyes Shabaka y Piye. A su muerte fue enterrada en el recinto templario de Medinet Habu.
Tras la muerte de Ankheseneferibre, cuyo poder fue infinitamente menor al de sus antecesoras, le sucedió la última Divina Adoratriz, Nitocris II de la dinastía XXVI. Era hija de Ahmose II y llevó el título de Primer Profeta de Amón. Su poder fue puramente hipotético, con un sentido puramente religioso y sin una autoridad real, ya que la adopción de las Divinas Adoratrices quedó anulada bajo la Dominación Persa.
También hay que señalar que el cargo de Divina Adoratriz no fue exclusivamente del culto al dios Amón, también existían mujeres adscritas al culto de Hathor, como figura constatada en la dinastía XXI, y en la que Henuttaui, esposa de Smendes, fue una de las primeras en adoptarlo.
Por lo que podemos ver que el título de Divina Adoratriz, fue uno de los cargos más importantes que la mujer desempeñó en la zona de Tebas.